lunes, 26 de junio de 2017

Iniciaban el instituto con una nueva ilusión.

Empezaban cambios. Iniciaban el instituto con una nueva ilusión, nuevos profesores, horarios diferentes a los que no estaban acostumbrados,muy niños para tantos cambios, para entender lo que les pasaba con la llegada de la adolescencia y su sexualidad, como asumir los cambios de la adolescencia en sus cabezas aún infantiles.
En las dos primeras semanas de aula todo fue tranquilo, le ilusionaba las mudanzas de rutina, excepto las clases de la tarde, hasta que un día llegó en casa enfadada, indignada y desolada. Un grupo de compañeros había arrinconado a su mejor amigo en clase y le habían pegado, insultado y humillado, ella le defendió, a saber los golpes que también llevo, jamás me lo dijo, pero en sus ojos siempre dulces había enfado y un cambio de actitud, ahora protectora con su amigo. Le pegaran porque era un "marica","gay" y así a peor, un niño que aún no sabía quien era o sí, pero que a partir de ese momento tendría miedo de asumir quien verdaderamente era por culpa de nuestra selectiva sociedad que acepta lo que quiere y lo que que esta políticamente correcto.
Fueron cuatro años duros para los dos, eran los marginados de clase, les apartaban de todo, los dos contra el mundo de hipocresía que les rodeaba, dos niños. Pero os digo, han sobrevivido a la jungla del instituto, cada uno a su manera y juntos, separados en algún momento por circunstancias diversas y cambios de ciudad pero compartiendo esa amistad de niños, verdaderos amigos contra la adversidad de la vida. Cuando cumplió los dieciocho él decidió contar a su madre que era homosexual, le gustaban los chicos (los maltratadores machista y arrogantes habían sabido antes que él), no le dijo antes con miedo de su reacción, pensaba que le echaría de casa.
Recuerdo cuando su madre me lo contó: A mi niño le gustan los chicos. ¿Imaginas cuanto a podido sufrir todo ese tiempo solo? Sin nadie a su lado, sin poder decir a nadie. Aparto la mirada, y me pregunta casi afirmando si lo sabía y porqué no le había contado. Le digo que tenía que ser él en el momento que se sentirá preparado. Asintió algo triste, con lágrimas en los ojos, dice: mi hijo es mi orgullo, me enorgullece la entereza con la que enfrento toda la situación, de lo amable y buen hijo que es, que sea feliz es lo único que deseo y que ame a quien él quiera desde que le respete y comprenda.
No importa a quien amemos, ni la sexualidad de nadie, lo que de verdad nos debería importar son las actitudes racistas, discriminatorias, perversas de nuestra sociedad separatista, critica y altamente hipócrita que no aceptan las personas como son y quieren moldearlas a su gusto, etiquetando y clasificando sin ver a la persona y sus cualidades.


Isabel Silva

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