miércoles, 24 de enero de 2018

Mi pequeño guerrero

- ¿Aún está con fiebre?
-Sí. En urgencias siguen diciendo que es catarro.
-¿Un catarro de tres meses? Imposible.

El niño llevaba tres meses con un catarro, idas a las prisas a urgencias, sin aire, pálido y sin ganas de comer. La bolita mofletuda estaba apático, antes imparable, todo un bailarín, estaba malito, era más que evidente, las ojeras y el cansancio, demasiada tranquilidad donde antes había una revolución de gritos, correrías, saltos y subidas bruscas al sofá que te quitaba la respiración.

- Hola, le hicieron una radiografía y aparece una mancha negra. No saben lo que es, está ingresado, mañana le hará un TAC para saber lo que es.
- Ya verás que no es nada. Una neumonía que no cuidaron a tiempo, tranquila. (Trague saliva, pidiendo que fuera solo eso).

Tenía 18 meses cuando le descubrieron un bulto entre la aorta y el pulmón. El catarro era una masa que debía ser extirpada lo antes posible y esperar que fuera benigno. Le operaron unos días después, le quitaron todo el cáncer, le quedaría una cicatriz en todo el costado, de punta a punta, marcas de la guerra que enfrento y ganó. No le hizo falta quimio, solo las revisiones que él supera con paciencia, acostumbrado a los pinchazos de las analíticas interminables, de los días en el hospital, de pruebas y más pruebas.

- ¿Títiaaa, bailamos? 
- Ven aquí, dame un abrazo y bailamos juntitos.
- Nooo, de la mano.
- Sin saltar, bailando despacito ¿vale? Si no te haces daño en la pupa y te duele.
- No duele titia.

Nos damos las manos y nos ponemos a bailar con el sonido del trenecito de juguete del hospital, una y otra vez, sus padres pidiendo para pararnos de tanto bailoteo, nosotros dos entre risas, yo con cuidado de que no se hiciera daño y él sin preocupación alguna. Bailaba torcido, dolorido por los puntos, le daban tirones, se reía y volvía a ser el mismo pequeñajo de antes, lleno de vida y alegría.
Le quedan años de revisión, analíticas periódicas que mantiene los médicos alertas, radiografías anuales y control sistemático de su salud, todo lo necesario para mantener la enfermedad a raya.
Mi pequeño guerrero lo supero. Hoy es un chico mayor de seis años, va a primero de primaria, le gustan los videojuegos y las sudaderas de capucha, sabe que el chocolate le hace daño, le duele la tripa, le encanta la fruta y los macarrones con atún y por supuesto, bailar.


Isabel Silva