jueves, 28 de diciembre de 2017

Recuerdos en una canción

Dos días para Navidad. Hacía un día atípico para ser diciembre, el sol estaba esplendoroso no solo adornaba el cielo azul como en años anteriores. 
Caminaba mirando los adornos de Navidad sin especial interés, ninguno llamaba la atención, todos iguales y aburridos, o sería yo que estaba apática. Creo que eran los adornos, colocados sin sentido y únicamente  por ser diciembre, no podías decir "vamos a ver... está precioso." No, no era así y me gustan las calles adornadas en estas fechas. 
Como hacía sol, fui a mi heladería favorita, compre un helado de dulce de leche/ chocolate con naranja, que rico estaba. El chocolate con sus trocitos de naranja, el de dulce de leche sabroso, cremoso. Me olvide de los adornos simplones y concentre mi atención en saborear e identificar los sabores secretos en mi helado, demorando  la cucharita en la lengua, un poquito de naranja, el caramelo del dulce de leche, un amargor en el chocolate... 
Así iba, cuando oí unas notas lejanas, una canción conocida. Desee estar equivocada, que fuera otra con notas similares.
Aminoré los pasos para no tener que oírla, una cucharita de chocolate con naranja, la canción se acercaba, perfecto el chocolate, tan intenso. Y la canción estaba ahí, cercana, la misma que recordaba a él, la canción que le recordaba, la canción que recordaba a nosotros y que él ni sabía que teníamos, era mía y de mis recuerdos. La canción seguía acercándose, ahora nítida pero aún escondida. El dulce de leche perdía sabor. El chocolate intensidad.
Naufrague en los recuerdos, en un tiempo en que él no recelaba hablar por mañanas/tardes enteras, teníamos nuestro momento en el día, yo esperaba ansiosa saber noticias suyas, hablar, volar en sueños imposibles de realizar, pero posibles en ese momento, un beso a millones de bites, llevarnos a un atardecer en la playa con un frío horroroso visto por la ventana, pero posible en nuestras charlas. Una cucharadita de chocolate, ahora encuentro trocitos, amargos y fuertes.
Un señor con un bajo es el responsable de mis anhelos, la canción me golpea, el chocolate intenta deshacer el nudo en la garganta, y desciende lentamente. Él toca con gracia y una sonrisa, tiene el pelo largo y blanco, hasta ahora es lo más parecido a un cuadro de Navidad que he visto.
Camino con la cuchara en la boca, siento un revuelo en el estómago, el helado pierde sabor, lucho contra las emociones que esa canción me provoca, lucho contra los recuerdos (quiero lo que teníamos de vuelta), la nostalgia, la añoranza y el dolor, todos presentes a la vez, para completar mi desasosiego, una chica baila al ritmo de la canción, vuela con gracia, su falda ondea con cada nota, parece una mariposa preciosa, aletea de un lado a otro con los pies descalzos.
Apresuro los pasos, quiero alejarme todo lo posible de la canción, de la bailarina y de la sonrisa que me dedica el señor bajista, culpable de romper la magia de mi helado, le devuelvo la sonrisa, triste y amarga, las emociones me golpean, y las gafas de sol ocultan las lágrimas y el dolor de mi corazón hecho añicos. Cuanto nos echo de menos, cuanta falta me haces, cuantas cosas no debería sentir por ti, cuantas cosas me hiciste sentir desde la distancia, cuantas risas compartimos, cuantas veces me tranquilizaste, cuantas veces perdimos la noción del tiempo y así fui perdiendo el dominio de mi estúpido corazón. 


Isabel Silva

martes, 19 de diciembre de 2017

Me gustas como el chocolate..

Me gustas como el chocolate.. Fue la primera vez que dije eso a alguien, también la última. Sí, me gustas como el chocolate, produces la misma sensación de placer y bienestar en mi que el chocolate, será por el efecto de la feniletilamina , un compuesto químico que intensifica las emociones y la motivación, y que cuando nos enamoramos es como que magnifica los sentimientos, los intensifica, en el chocolate se metaboliza más rápido y necesitaría chocolate intravenoso para sentirme igual.
El problema es que la  feniletilamina no viene sola en el proceso de enamoramiento tras unas compañeras suyas que ayudan al amor romántico, a la sensación de éxtasis y de placer, las mariposas en el estómago, la intensificación del sentirse enamorado.


La dopamina, es la responsable de nuestra conexión, la responsable de decirte "me siento bien contigo", no cambiaría ese momento del día por nada o simplemente que me recuerdes y me dejes un "Hola, ¿qué tal?" y se encadene temas de conversación uno tras otro, como se fuera una simbiosis perfecta tú añades, yo completo y así sintonizamos. Es lo que nadie más me hace sentir, solo tú y tu sonrisa..

"No puedes decir con un SÍ rotundo que te gusto". Sí, sí que puedo. Todas esas sensaciones contradictorias que siento, la necesidad (que te agobia) de querer estar/hablar contigo a cada instante, el quedarme muda delante de ti, sin poder pronunciar palabra, nuestra reacción incontrolable en un determinado momento, "el perder la cabeza" es responsabilidad de la norapinefrina, nos ocasiona el caos y el no saber qué hacer. Que complicado todo, ¿no? Mejor no pensar, respirar profundamente y llenar el cerebro de oxígeno.

La oxitocina es la responsable del amor en mayúsculas, la culpable de las palabras empalagosas "te quiero", "quiero estar a tu lado todas las mañanas", "quiero hacer parte de tu vida", es la sustancia química que nos hace querer ser parte del otro, y que el otro sea parte nuestra, compartir nuestros días entero, estar como pegamento, pero sin ahogar, la famosa frase que todos conocemos "el por siempre jamás" que solo pasan en las películas. También es la responsable de las expectativas, de la confianza que compartimos, confío en ti y no se el porqué.

Entonces aparece la serotonina, la verdadera chispa de la felicidad, nada de Coca-Cola eso es marketing fallido, estar a tu lado cambia mi humor, haces que sienta seguridad, me das confianza, me tranquilizas, a tu lado y solo a tu lado me siento genial, como se pudiera conseguir el mundo para nosotros, me olvido de la realidad, de lo imposible, sin imaginar un mundo rosa, el gris siempre está presente. Recuerdas cuando dije que tenía el corazón a 350km/h? Solo tú fuiste capaz de tranquilizarme, controlaste la tempestad que había desencadenado el miedo, supiste desde lejos calmar la aflicción que sentía, y no se explicar, ni puedo decir otra cosa, por más que no entiendas y no sientas lo mismo, me gustas como el chocolate..

                             



“Esta entrada participa en la LXV edición terbio del Carnaval de Química, alojada en el blog @quimidicesnews”.


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Gracias!

Isabel Silva

























martes, 31 de octubre de 2017

Por siempre..

Estaba ansioso. En pocas horas volvería a verla. Añoraba la suavidad de su voz, la cadencia suave cuando se emocionaba con algo, hablando a prisas y atropellado.
¿Le había olvidado? ¿Le estaría esperando en vuestro banco? ¿Sería feliz? Tenía tantas dudas, la anhelaba tanto. La espera lo despistaba y se veía sonreído y tatareaba aquella canción, contaba los segundos que faltaban, y eses casi no se movían. 
¿Le reconocería? En las calles de México hoy todos iban a ir vestidos como él, unos se mezclarían con otros, sin distinguirse, aprovecharía la grieta abierta entre los dos mundos esta noche, y volverían a estar juntos.
¿Me estará esperando? La última vez había sido tan cruel con ella, le dijo cosas que no sentía, la tenía que apartar, que se olvidara de él, que viviera su vida. Búscate a alguien que te haga feliz y que te pueda amar como te mereces, le había gritado. Aún recordaba los ojos dolidos de ella, mirándole fijamente. El dolor reflejado, una lágrima fría y solitaria resbalando por su mejilla. Era lo correcto. La amaba, claro que la amaba. También sabía que ella le amaba, pero era lo mejor para ella, olvidar, la vida seguía. 
¿Me estará esperando? Pensó mientras se vestía. ¿Me seguirá amando? La ansiedad iba en aumento. ¿Me habrá olvidado? Amainaba el paso, receloso. ¿Encontró otra persona? Se preguntó deseoso que no fuera así, un deseo egoísta, lo admitía.
Medianoche. Parpadea acostumbrándose a los colores de la calle, oye las risas de las personas que pasan a su lado, responde a un saludo, respira eses aromas conocidos, las viejas calles y el mismo cielo.
Mira el banco de siempre. Ella no está. ¡Estúpido! Te hizo caso, buscó a alguien con quien disfrutar de la vida. Cierra los ojos.
Un abrazo envuelve su cuerpo frío. Un beso. Tan dulce como el primero. Su beso, ese beso. 
- Siento llegar tarde. Perdí el bus y no te pude esperar donde siempre. Y le volvió a besar.
La amaba. Le amaba. Le seguiría amando por siempre..


Isabel Silva

jueves, 28 de septiembre de 2017

Anochece...

Anochece en silencio.
Frío el viento en mi ventana.
La noche domina sutilmente mi corazón.

¡Silencio!
Cállate corazón.
No me duelas, no suspires,
No ames.
Déjate de ilusión.

Anochece, silencio.

Caminas en mis sueños,
Desenfadado, sin preocupación.
Un beso. Silencio.
Grietas en mi corazón.

Anochece.
Silencio.
Frío viento.
Desdichado corazón.

Anochece. Silencio.
Desilusión.





Isabel Silva

domingo, 24 de septiembre de 2017

Música y melodía

Soñaré contigo el sueño de siempre.
La vida de color rosa, el perfecto sentimiento.
Caminamos de la mano, lejanos, olvidados, perdidos, enamorados.
Palabras en silencio, el brillo en la mirada.
Me recuesto en tu hombro, sintiéndome segura.
El dulzor de tus besos en la tarde fría.
Beso, te muerdo, te beso, muerdo, beso...
Fusión de sentidos, tu boca, mi boca, susurro fugaz.
Nos miramos en silencio, ansiosos, expectantes.
Tu tacto suave, ardiente.
Mi piel fría, sedienta, ávida.
Bailamos suave, compasados, averiguando, sintiendo.
Conociendo errores, perfeccionando aciertos.
Siento, sientes. Vuelas, vuelo.
Me guías por sendas jamás alcanzadas.
Sutiles murmullos. Sedosos, transparentes.
Te beso el cuello, despacio...
Despacio, despacio, muy despacio...
Bailamos, probando, deprisa, calmados, deprisa, plácidos.
Al mismo ritmo, en el mismo compás.
Me abrazas fuerte, no me dejas caer.
Vuelo, vuelas. Tiemblas, tiemblo.
Sensibilidad ligera, pasajera, fugaz.
Nos perdemos en besos, melodía desordenada.
Abrazos, murmullos.
Te muerdo, me besas, me muerdes, te beso.
Atrapados en nubes, al cielo me guías.
Miradas entrelazadas, exquisita emoción.
Me estrechas en tus brazos, sosiego, silencio.
Despierto anhelante, de besos y baile, de música y melodía.

Isabel Silva




sábado, 26 de agosto de 2017

Un antiguo amor...

Hacía mucho que soñaba con ella, respirar su aire, sentir su calor en mi piel, oler el perfume de amores allí vividos, ansiaba este encuentro desde mucho tiempo cuando la conocí en las páginas de un libro, me impregnaba el olor a mar, podía oír el bullicio de los pescadores, el acre de las calles, la tenía idealizada, amada, deseada, soñada.
La primera vez que estuve en la ciudad no pude verla, me sentí decepcionada, enfadada, triste y nuevamente decepcionada, la quería tanto, deseaba tocarla y allí estaba, sin tiempo, corriendo con prisas sin poder acercarme a ella, casi lloré de decepción, las calles no eran como me había imaginado. Lo único que me reconfortaba era saber que lo que realmente deseaba no estaba en esta parte de la ciudad, esa idea egoísta era a lo que me agarraba como náufrago perdido en alta mar.
Volví a la ciudad una mañana de julio, la temperatura era agradable, un calor soportable, un verano atípico con algo de brisa y nublado. Mi amiga francesa me recibió en su casa con una sonrisa y me pregunto lo que quería hacer por la tarde, tenía más que claro donde quería ir, el problema era que su amigo ruso quería ir a la playa y nos miraba con unos ojitos melancólicos y dulces que para nada me convenció. Está nublado, no es día de ir a la playa. Le dijo mi amiga francesa. A él le apetecía leer un rato, rebosado como croqueta en la arena, seguía insistiendo con sus ojos dulces. Mi corazón aceleraba, como ella le dijeran que sí, era el fin, me iría sin conocerla, ¡¡otra vez!!
 - Adiós pretty boy, nos vemos en la cena. Desinfle como un globo liberando la tensión que sentía, y respire despacio, aliviada.
Nos pusimos en camino, nosotras y Lua (una labrador negra preciosa), me llevo primero a los sitios que le gustaban, que no eran muy conocidos, andando arriba y abajo, explicando los motivos por los que le gustaba, la parte más moderna y cosmopolita, arte moderno, de formas cuadradas, yo miraba y asentía. Andamos por parques, me enseño la antigua entrada de la ciudad, preciosa a no más poder, un museo de arte moderno, buscamos fuentes para refrescar a Lua pues empezaba a hacer bochorno, y nunca llegábamos, seguíamos andando, me presentaba una parte de la ciudad que no conocía, me regaño por no conocerla, sonreí avergonzada, casi como disculpa, estaba enamorada de algo en concreto. Así son los amores, te enamoras y no ves nada más, el vacío que sientes lo llenas con la musa de tus delirios, no tenía ojos para nada más,  me parecía traicionar mi amor, me gustaba cada lugar nuevo, pero la seguía ansiando, era ella y lo que le rodeaba lo que deseaba conocer, tocar, respirar.
Entramos en una plazuela con un monumento a los caídos en combate, le hice un par de fotos a una preciosa chica asiática en bicicleta, cuando me dice mi amiga:
-Aquí está lo que tanto querías conocer.
-Nooo, no puede ser. Esa no es. No, no...
-¿Estás decepcionada? Se refleja en tu cara. Lo dijo con una sonrisa.
Me maldigo as veces por ser tan transparente... Era evidente y completamente cierto, estaba decepcionada, no podía ser verdad. No era ella, no.
Dimos la vuelta por una callejuela que ya conocía de tantas veces que estuve allí, transportada en las páginas de aquel libro, hasta que la tuve delante. Magnánima, esplendorosa, tal cual la soñaba, la emoción embargaba mi voz, sentía tantas sensaciones a la vez que no conseguía expresarme. Estaba delante de la Catedral del Mar, Santa María del Mar.
- Ahora sí, ¿no? ¿Estás contenta? ¿Era como la imaginabas? Asentí en silencio, abrumada. Dentro es aún más impresionante, me dijo.
Entre y toque cada columna, los bancos de madera, grabando en la memoria cada imagen, sintiendo las luces de las vidrieras, el olor a antiguo, a paso del tiempo, a historia viva y palpable, imaginándola en el siglo XIII, lo magnifico e impresionante de su construcción, como le iluminaba las luces de las velas, los pecadores aglomerados, espiando sus pecados, las gentes admiradas con su grandiosidad, los pecadores rogando en sus plegarias, las lágrimas resbalaran lentamente. Allí estaba, este verano, en la Basílica de Santa María del Mar, en Barcelona, realizando uno de mis sueños, conociendo ese antiguo amor del que llevaba mucho, muchísimo enamorada.

Isabel Silva


lunes, 31 de julio de 2017

Un mar de nostalgia

Necesitaba respirar. El dolor oprimía mi pecho, sofocaba los sollozos, las lágrimas resbalaban lentamente, solas sin previo aviso. Necesitaba dejar todo atrás, mirar la soledad a la cara y darle la bienvenida.
Pensaba que los sentimientos que me atormentaban palpitantes y dolorosos no eran míos sino tuyos, así los veo. "siento amor por ti", el amor que transborda a gritos en mi corazón es tuyo, cabía a ti rechazarlos o aceptarlos, no decirme que lo que siento es mío, no lo veo así. Son tuyos, le quería gritar.
Estaba perdida en un mar de nostalgia, sin querer que me dejaras, sin fuerzas para aguantar que te marcharas, aún no estaba preparada para el fin. ¿Quién de verdad lo está? Yo no...
¿Conocéis esa sensación de plenitud al hablar con alguien? Estar del otro lado de la pantalla y que te tranquilice o te haga reír a carcajadas o que en un efímero instante te entre miedo. Miedo a enamorarte y sufrir, miedo a amar y que sea imposible, miedo a que llegue el día que se vaya, que le tengas que pedir que se quede contigo, nunca había pedido a nadie que se quedará, , miedo a oír que no puede, ese miedo y no otro. Enamorarme a esas alturas era totalmente inviable y mírame ahora, añorando sus palabras y nuestras risas.
Te ves perdida, rechazada, caminando sola por la orilla del mar en un atardecer cualquiera, sintiendo la arena mojada bajo tus pies, deseando que cada ola que suavemente acaricia tus pies lleve algo de lo que sientes para lejos de ti, que te meza en su suave cantar, quieres perderte en sus aguas cristalinas y que allí se quede algo de tu alma, algo del dolor, esa sensación de ahogo que te oprime el corazón y que no sabes como desenredarte de ella.
Sigues mirando la plenitud del infinito y todo lo que alberga tu corazón, cuan frágil eres cuando te creías incapaz de volver a sentir, a enamorarte perdidamente de alguien, a alberga una vana esperanza de felicidad con alguien increíble, alguien que ni te imaginabas que existía, cometes la estupidez de decirle te quiero, tienes conciencia de lo imposible, pides al mundo que por favor pare un segundo para que vuelvas a ser tú, que cese el dolor, borrar todos tus recuerdos y volver a sentir inmunidad contra los sentimientos. En ese momento el sol lentamente y perezoso, va descendiendo hacía el atardecer con sus colores anaranjados, acariciando el mar con su suave luz, un mástil de un barco a la distancia y un corazón roto a las orillas del mar.


Isabel Silva

lunes, 26 de junio de 2017

Iniciaban el instituto con una nueva ilusión.

Empezaban cambios. Iniciaban el instituto con una nueva ilusión, nuevos profesores, horarios diferentes a los que no estaban acostumbrados,muy niños para tantos cambios, para entender lo que les pasaba con la llegada de la adolescencia y su sexualidad, como asumir los cambios de la adolescencia en sus cabezas aún infantiles.
En las dos primeras semanas de aula todo fue tranquilo, le ilusionaba las mudanzas de rutina, excepto las clases de la tarde, hasta que un día llegó en casa enfadada, indignada y desolada. Un grupo de compañeros había arrinconado a su mejor amigo en clase y le habían pegado, insultado y humillado, ella le defendió, a saber los golpes que también llevo, jamás me lo dijo, pero en sus ojos siempre dulces había enfado y un cambio de actitud, ahora protectora con su amigo. Le pegaran porque era un "marica","gay" y así a peor, un niño que aún no sabía quien era o sí, pero que a partir de ese momento tendría miedo de asumir quien verdaderamente era por culpa de nuestra selectiva sociedad que acepta lo que quiere y lo que que esta políticamente correcto.
Fueron cuatro años duros para los dos, eran los marginados de clase, les apartaban de todo, los dos contra el mundo de hipocresía que les rodeaba, dos niños. Pero os digo, han sobrevivido a la jungla del instituto, cada uno a su manera y juntos, separados en algún momento por circunstancias diversas y cambios de ciudad pero compartiendo esa amistad de niños, verdaderos amigos contra la adversidad de la vida. Cuando cumplió los dieciocho él decidió contar a su madre que era homosexual, le gustaban los chicos (los maltratadores machista y arrogantes habían sabido antes que él), no le dijo antes con miedo de su reacción, pensaba que le echaría de casa.
Recuerdo cuando su madre me lo contó: A mi niño le gustan los chicos. ¿Imaginas cuanto a podido sufrir todo ese tiempo solo? Sin nadie a su lado, sin poder decir a nadie. Aparto la mirada, y me pregunta casi afirmando si lo sabía y porqué no le había contado. Le digo que tenía que ser él en el momento que se sentirá preparado. Asintió algo triste, con lágrimas en los ojos, dice: mi hijo es mi orgullo, me enorgullece la entereza con la que enfrento toda la situación, de lo amable y buen hijo que es, que sea feliz es lo único que deseo y que ame a quien él quiera desde que le respete y comprenda.
No importa a quien amemos, ni la sexualidad de nadie, lo que de verdad nos debería importar son las actitudes racistas, discriminatorias, perversas de nuestra sociedad separatista, critica y altamente hipócrita que no aceptan las personas como son y quieren moldearlas a su gusto, etiquetando y clasificando sin ver a la persona y sus cualidades.


Isabel Silva

domingo, 18 de junio de 2017

Caminar sola

Caminaba tranquila en mi isla, una tarde apacible de otoño, el aire frío jugueteando con mi pelo, el olor a salitre y las gotas de mar saltando en mi cara, pisaba la arena y sentía esa sensación tranquilizadora que me provoca el mar. Estaba así, caminado y pensando cuando apareció él, un naufrago sonriente caminando en mi dirección. Una sonrisa preciosa, extremadamente encantadora, extremadamente pícara. ¿Que hace en mi isla?
Espero a que se acerque para indicarle el camino de vuelta a la mar, que retome el rumbo perdido y se vaya de mi isla lo antes posible. Nos saludamos y pregunta se podemos caminar un rato juntos. Le miro desconfiada, aturdida. ¿Caminar? ¿Para que? pienso. Y así pasamos la tarde hablando de todo y de nada, entre risas y palabras. Entonces me mira y me dice que tiene que marchar, en otro momento vuelve a visitarme, sonrió aún desconfiada...
Los días siguen y as veces por la mañana, otras por la tarde, raras veces por la noche me tira botellas con mensajes, cuando coincidimos volvemos a caminar y sonreír, nos vamos conociendo, hablando de sueños, la vida y de sus contratiempos. Le hablo de mis miedos (aquí me conforta) y poco a poco le voy dejando adentrarse en mi isla, cada día le llevo un poco más distante, prendada de sus palabras, la facilidad con que me envuelve con ellas, le cuento lo que me llevo a esconderme allí, a refugiarme entre arena y mar. Confía en mi me dice y mismo con recelo lo hago, seamos cómplices. Seguimos caminando por la orilla del mar, besándonos al atardecer, mirándonos a los ojos a cada mediodía, susurrando secretos, ligeros de penas, solos tú y yo en un mundo complicado. No quiero más caminar sola, quiero compartir todos los días en mi isla contigo, le digo un día. Se queda sin palabras y me dice que tiene que marchar, es tarde, pero que volverá.
Ahora estoy caminando por la orilla angustiada, miro el lejano horizonte, me deslumbra el sol, esperando, contando los minutos, oigo el viento cantando, acariciando mi pelo y con ternura me dice que me tranquilice, que él volverá, sonrió tristemente convencida de que no será así. ¿Como pude ser tan crédula? ¿Por qué no le devolví a la alta mar? El tiempo pasa, las horas duelen, escasean los mensajes, en los pocos paseos se muestran distante y frío, intento acercarme en vano y se va...
No quiero estar en mi isla sola, le quería gritar. No quiero volver a caminar en silencio sin nuestras risas, sin tus palabras, sin tus manos en mi pelo, sin tus ojos mirando a los míos, no quiero estar en mi isla sola, quiero caminar a tu lado, te quiero..aquí conmigo, como antes, cuando éramos tú y yo, pero lo tuyo fueron palabras tiradas al viento...


Isabel Silva