lunes, 18 de junio de 2018

Un día quizás...

Tuvimos nuestra "despedida perfecta" el verano pasado...
La dosis perfecta de " perdónames mutuos", "Yo no fue", "Eres tú la que..", " No, tú dijiste que", " La culpa es toda mía, eres adorable, y siempre te voy a querer niño."
El problema es que yo aún no estaba preparada para decirte adiós... La realidad esa dolía, no soportaba volver a la otra vida. Tú no estarías, no te podría hablar, no sentiría más tu risa desde el otro lado de la pantalla. La sensación de pérdida era angustiante. 
Volvimos a hablar y una vez más a despedirnos. Intenté, de verdad que lo intenté, pero los recuerdos, la nostalgia, mi corazón enamorado me hicieron volver a buscarte. Esta vez la despedida no fue tan amistosa. Frialdad, nada de empatía, dolor, una montaña rusa de emociones confusas, un corazón roto, la esperanza perdida. ¿Ni amigos podemos ser?
Te añoraba, sentí tanto desconsuelo, indignación ¿Donde quedaron aquellos momentos nuestros? Me refugie en los libros y los personajes se llaman como tú, necesite ayuda en un curso online y el encargado del curso tenía tu nombre, aquel fotógrafo, el tipo esperando en la charcutería, me sobresalté tanto que él miró para mí con curiosidad. Tu nombre no dejaba que te olvidará.
Otra recaída mía. "Te echo de menos, muchísimo." Dijiste algo de segundas oportunidades, de ser capaces de aceptar las decisiones del otro, ser capaces de desearnos lo mejor en el caso de ruptura. Tantas señales claras. Tantas evidencias. En lo único que me fijé fue en "segundas oportunidades", lo demás lo pasé por alto. Adelantabas acontecimientos, una despedida anticipada, un adiós decidido, enmascarado de esperanza.
Creía en las segundas oportunidades, no en la que me dabas tú a mí, pero en la que estaba dispuesta a darnos, acercarnos como antes, ser algo sin ser más siendo, estar distante y al mismo tiempo tan cercanos, en nuestra habitación, pintada con nuestros colores. Solo nuestra.
Entonces... Calibraste bien las palabras. La dosis exacta de frialdad.  Directo, dicho con tanta suavidad. Herida mortal.
Las mariposas abrirán paso a dentelladas al corazón, guardando nuestros recuerdos, la intensidad de tu mirada oscura, tu encantadora sonrisa que me desconcierta, y que me quedo grabada de aquel único momento de realidad.
Te pusieron en rincón protegido donde ellas no te pudiera buscar.
Cerraron todas las salidas.
Un día quizás... Por ahora es un adiós, sin adiós.


Este relato participa en #relatosDespedidas convocado por @divagacionistas

Isabel Silva


No hay comentarios:

Publicar un comentario