lunes, 31 de marzo de 2025

Siempre que llovía...


Le gustaba la lluvia, le gustaba andar bajo la lluvia, detestaba los paraguas, tampoco servían de mucho, eran un estorbo, prefería la lluvia, y siempre que llovía recordaba aquel poema de García Márquez, sobre la lluvia. “Llueve. Y estoy pensando en ti. Y estoy soñando”. 

Acostada en la cama, oía el golpeteo de la lluvia en la ventana cerrada, era tan tranquilizador el sonido. Levantó y fue a mirar las gotitas en el cristal, tenía varias formas distintas, deslizaban y se unían unas con otras. Miro al cielo con sus nubarrones, luego a la calle y vio a una chica corriendo para no mojarse, una pareja apretada, protegidos en el paraguas y una señora sin paraguas con pasos apresurados. 

“Nadie vendrá esta tarde
a mi dolor cerrado. Nadie”.
Recordó otro trocito del poema de García Márquez.

Volvió a observar las gotas de lluvia. Una ballena, una máscara de la peste, un murciélago, un tiburón, un fénix volando… parecían hechas de plata.

“Solo tu ausencia
que me duele en las horas.” 
Siempre estes versos de García Márquez, pensó.

La lluvia, el poema, las gotas en el cristal… la transportó a una tarde de invierno, a un temporal que la mojó entera, a una conversación amena, a unas risas cómplices, a una sensación conocida de bienestar y tranquilidad. Sonrió.

“Mañana tu presencia regresará en la rosa”.
Siempre que llovía esta estrofa del poema de García Márquez le removía algo por dentro, despertaba el amor, su amor de por siempre jamás, su amor de por siempre y para siempre, el único amor que quería y merecía, su amor… 

Cerró la ventana, se acostó con el sonido de la lluvia y sonó.
 

Isabel Silva 

Este #relatosLluvia participa en la convocatoria de marzo de @divagacionistas

viernes, 14 de marzo de 2025

La Luna les miraba ...






La Luna les miraba y sonreía..

Escuchaba sus risas y secretos, les seguía escondida entre nubes, le gustaba como se miraban y como hacían que cada momento juntos fuera único, como si fuera eterno…

Aquella noche de octubre con el cielo despejado los miraba atenta. Caminaban por el camino del río, aún tímidos, era la primera vez que se veían desde que se habían distanciado, quedaron en hablar, en entender lo que les había pasado y decir que harían después.

La Luna les miraba…
Había algo en sus miradas, en la de él recelo y dudas, en la de ella recelo y miedo al rechazo.

Cuántas veces, pensó la Luna, me habían mirado pensando el uno en el otro en la distancia, cuántas veces oí sus suspiros y sus palabras de añoranza, cuantas veces fui testigo de sus besos, de las sonrisas y miradas que me dedicaban sabiendo que los dos se encontrarán mirándome, la he despertado con mi dulce beso porque me lo enviaban él y ahora que están allí juntos, parecen distantes.

La Luna les miraba confundida…
¿Aún les dolía? ¿No se habían perdonado? ¿Se callaban? ¿Qué estaba pasando?

La Luna miraba y no entendía…

Ella me había dicho, muy emocionada que iba a poder abrazarlo, le iba a decir todas las palabras que tenía pendiente hasta quedarse vacía, le explicaría todos los malentendidos y le diría por fin que le amaba. 

¿Por qué callaba ahora?

La Luna miraba…

Él también le había dicho que quería arreglar los malentendidos, que puede que aún esté un poco herido, pero que quería intentarlo, la valoraba mucho y era importante para él.  También me decía que ella merecía alguien que le dedicará todo su tiempo y esfuerzo. ¿Lo decía de verdad? ¿Alguien que no fuera él? Lo dudo.
Su mirada era dulce, atenta, le decía que siempre la había visto. Pero también callaba, ¿Por qué?

La Luna miraba, recordaba todas las veces que ellos en la distancia se pensaban, se decían palabras dulces y le pedían para que ella con su resplandor les dijera, tantas veces suspiraban, se deseaban y le confesaban que querían estar juntos… ¿Será que piensa que dejaron de quererse? Ella escuchaba sus silencios, y conocía la verdad de sus corazones, estaban hechos el uno para el otro.

La Luna miraba, la noche avanzaba y ellos seguían por el camino callados, el miedo a hacerse daño, a volver a herirse y a perderse nuevamente les distanciaba. Ella le quería abrazar, él la quería besar. Ella le quería besar y él la quería abrazar. Pero no se atrevían

La Luna miraba triste viendo a los dos amantes temer el amor, conocía sus corazones, conocía sus dificultades, sabía que se añoraban, sabía que estaban hechos del mismo polvo de estrellas, eran tan diferentes y tan iguales, intensidad y tranquilidad, río y mar que se encuentran y se unen. Tal vez necesitaban algo más de tiempo.

Ellos caminaban, muy juntos, se miraban, sonreían, había fuego en sus miradas, había electricidad en sus pieles, sentían la atracción como a un imán… Él no quería hacerse otra vez daño y ella no quería que la rechazará. Caminaban medindo las palabras, temiendo romper la armonía que sentían por haber conseguido estar allí juntos y eso era algo que ninguno de los dos quería perder, la paz entre ellos, compartir un paseo en silencio, volver a reírse de un chiste malo, un café y un email a deshoras contando sus anécdotas, sus miedos o sus impresiones. Habían recuperado la confianza mutua. 

La Luna miraba…
Quién sabe la próxima vez que se encuentren ella le abrace y él la bese, que pueda oír sus suspiros de pasión en vez de silencio, que sepan la verdad de sus corazones y que están hechos del polvo de las mismas estrellas, son uno y un todo, son el uno para el otro.


Isabel Silva