Le gustaba la lluvia, le gustaba andar bajo la lluvia, detestaba los paraguas, tampoco servían de mucho, eran un estorbo, prefería la lluvia, y siempre que llovía recordaba aquel poema de García Márquez, sobre la lluvia. “Llueve. Y estoy pensando en ti. Y estoy soñando”.
Acostada en la cama, oía el golpeteo de la lluvia en la ventana cerrada, era tan tranquilizador el sonido. Levantó y fue a mirar las gotitas en el cristal, tenía varias formas distintas, deslizaban y se unían unas con otras. Miro al cielo con sus nubarrones, luego a la calle y vio a una chica corriendo para no mojarse, una pareja apretada, protegidos en el paraguas y una señora sin paraguas con pasos apresurados.
“Nadie vendrá esta tarde
a mi dolor cerrado. Nadie”.
Recordó otro trocito del poema de García Márquez.
Volvió a observar las gotas de lluvia. Una ballena, una máscara de la peste, un murciélago, un tiburón, un fénix volando… parecían hechas de plata.
“Solo tu ausencia
que me duele en las horas.”
Siempre estes versos de García Márquez, pensó.
La lluvia, el poema, las gotas en el cristal… la transportó a una tarde de invierno, a un temporal que la mojó entera, a una conversación amena, a unas risas cómplices, a una sensación conocida de bienestar y tranquilidad. Sonrió.
“Mañana tu presencia regresará en la rosa”.
Siempre que llovía esta estrofa del poema de García Márquez le removía algo por dentro, despertaba el amor, su amor de por siempre jamás, su amor de por siempre y para siempre, el único amor que quería y merecía, su amor…
Cerró la ventana, se acostó con el sonido de la lluvia y sonó.
Isabel Silva
Este #relatosLluvia participa en la convocatoria de marzo de @divagacionistas

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