Estaba en el umbral de la puerta contando los segundos para lanzarse en sus brazos, llevaba mucho tiempo soñando con este momento.
Había imaginado varias veces lo que quería hacer, respirar su olor a hojas frescas, fundirse en su abrazo, y apretarlo muy, muy fuerte, deslizar los dedos por su pelo, mirarle a los ojos y besarlo y volver a abrazarlo, fundirse el uno en el otro, o tal vez lanzarse de golpe en sus brazos y que le atrapará en el aire, o no decirse nada, tenderle los brazos, que le aupará y le besará, así estaba con el corazón latiendo descompasado, nerviosa por este encuentro después de tantos desencuentros, tantas veces deseo este día y ahora se hacía realidad.
Miró el cielo nublado, el olor a lluvia estaba presente, pronto caerían las primeras gotas en el suelo de piedra del jardín y llenaría todo con su perfume inconfundible, el viento era suave y frío, jugaba con su pelo y le gustaba.
Oyó unos pasos y bajó la mirada, le vió caminando hacía ella con esa preciosa sonrisa que le hacía olvidar hasta de respirar.
En un instante se desvaneció hasta la última duda.
Quería ser un buen recuerdo en su vida, y si al final sus caminos se separaban, quedaría para siempre en él, la recordaría con añoranza, reviviría sus buenos momentos y se le dibujaría su preciosa sonrisa.
Así sería ella, un buen recuerdo en su vida, un recuerdo al que él siempre querrá volver.
Cuando lo tuvo delante, le dijo hola y le beso suavemente en la mejilla.
Isabel Silva
Este #relatosUmbral participa en la convocatoria de septiembre de @divagacionistas
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