Caminaban por la orilla en silencio, oyendo el borboteo de la espuma del mar al tocar sus pies, y cuando les tocaban se miraban con complicidad y sonreían.
Sus miradas cargadas de amor ardían como el sol de verano, hablaban sin decirse nada, en ese lenguaje secreto de los enamorados que nadie más entiende.
Paseaban ajenos a todo, eran ellos y solo ellos en aquel lugar que habían hecho suyo a cada temporada de julio, sabían a(mar), a salitre de las salpicaduras del agua en sus pieles tostadas por el sol, alejados de la monótona y cotidiana realidad de la ciudad llena de bullicio, gritos al volante, atascos interminables, autobuses que tardaban un siglo en llegar. Allí estaban ellos y el mar que les unía.
Sentaban en la orilla a ver como la resaca espumosa de las olas les alcanzaban, a veces muy perezosa o desatadas, les arrastraban de donde estaban mar adentro, ellos sonreían, volvían corriendo al lugar donde estaban, a besarse las gotitas saladas en el otro, sabían a(mar), a sol, a arena, a protector solar, a verano.
El mar les recordaba que la felicidad eran ellos juntos en cualquier lugar, en la ciudad agobiados, en las tareas cotidianas, en los besos de buenas noches, en el silencio de una lectura, en un abrazo que era refugio, en un paseo a la orilla del mar y en la realidad de la vida.
Descubrieron jugando con la espuma, dibujando sus iniciales en la arena el sentido real de a(mar), eran ellos hablando un lenguaje secreto que nadie más conocía.
Isabel Silva
Este #relatosEspuma participa en la convocatoria de julio de @divagacionistas
Qué preciosidad de relato, me encanta. Un abrazo
ResponderEliminar¡Muchas gracias Nuria! Un abrazo
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